La virtualidad de las clases ha tenido efectos en el desarrollo emocional de los niños, acostumbrados a socializar con sus compañeros y amiguitos de colegio, han sobrellevado el estrés, el exceso de horas de trabajo ante una computadora, la exigencia de un horario extenso en un mismo espacio de trabajo, la poca paciencia de los padres para sobrellevar esta carga y además, responsabilidad de verificar tareas y ser prácticamente un profesor más en casa.
Todos estos elementos abonan para que los niños se sientan con estrés, desanimados para sus estudios y a veces desmotivados para iniciar la jornada diaria de estudios.
Como padres es nuestro deber monitorear el estado de ánimo de nuestros hijos, de identificar señales que puedan repercutir en su desarrollo y que afecten a sus emociones. Somos los primeros observadores cuando algo puede no andar bien con ellos para poder intervenir oportunamente, ya sea de forma personal o con ayuda profesional.